Claudia Díaz
26 años
Artritis Reumatoidea

Hola, mi nombre es Claudia Díaz, tengo 26 años y tenía un diagnóstico de Artritis Reumatoidea desde los 3 años de edad, si, a los 3 años cuando todavía era una bebe y ni siquiera había descubierto el mundo a mi alrededor. Para los que no conocen la enfermedad, la artritis es una condición degenerativa crónica de las articulaciones acompañado de mucho dolor, inflamación, rigidez y deformidad, sin mencionar los efectos que tiene en el estado anímico ya que al tener tanto dolor constantemente lo menos que puedes tener es una tristeza profunda en el alma.

De niña recuerdo que esta enfermedad era como mi tarjeta de presentación, en la escuela tenía cientos de permisos y condiciones especiales como por ejemplo: todos los viernes mi mamá me iba a buscar para llevarme al hospital para que me inyectaran sales de oro y cada 15 días sacarme la sangre para verificar que los efectos secundarios no me afecten más de lo normal. Aparte de eso no podía hacer ejercicios ni educación física, pasé toda mi primaria sentadita en un banquito viendo como todos los niños corrían, saltaban y jugaban en la hora de deporte. Yo, en mi banquito tranquilita sólo me conformaba con verlos porque simplemente había entendido que esto era una condición de vida que me acompañaba, no podía cambiarla ni protestar, simplemente la acepté y así transcurrió mi infancia, llena de cuidados, limitaciones, medicinas y exámenes de sangre a cada rato. Cuando llegó la época de la adolescencia nada cambió, los permisos permanecían iguales: nada de educación física, cero ejercicios y recuerdo que tenía permiso de hacer dibujo técnico después de las 9am porque mis manos empezaban a desinflamarse después de esa hora, también le colocaba unas gomas a mis lápices para que estuvieran mas gordos y poder escribir, de vez en cuando mi mamá tenía que peinarme porque mis manos amanecían muy inflamadas para poder arreglarme. Bueno así fue pasando el tiempo, yo tuve que enfocarme en ejercitar mi mente y dedicarme a cosas netamente intelectuales. Por supuesto me gradué y de inmediato empecé en la universidad.

Apenas arranqué ingeniería los nuevos cambios y exigencias hacían estragos en mí, amanecía paralizada y muy inflamada a tal punto que tuve que meterme en natación a las 6am para poder “despegarme” y funcionar como persona “normal”. Mi papá siempre me llevaba a la piscina y muchas veces el tenía que ponerme el gorro de natación porque la inflamación de mis manos no me dejaba, luego me lanzaba al agua y poco a poco empezaba a calentar el cuerpo y recuperar nuevamente la movilidad.

Así transcurrieron los primeros 2 semestres de la carrera, luego me adapté a las exigencias y seguí “adelante” con la diferencia que me habían cambiado de tratamiento y ahora recibía medicina biológica con efectos secundarios iguales a una quimioterapia. Las primeras veces que me colocaron eso estaba aterrada, me lo tenían que colocar en la unidad de quimioterapia de una clínica y tenía una enfermera pendiente de mí a cada segundo porque me podía dar un paro respiratorio, ¡que sorpresa! ¡Me podía mover pero que gran precio tenía que pagar! Luego de la quimioterapia quedaba adormecida por más de 1 día, era como si tuviera mucho sueño y me sentía en el aire, por lo general se me bajaba mucho la tensión y en cierta ocasión me desmayé 3 veces consecutivas en plena transfusión del tratamiento.

Así continuó mi vida, empecé a trabajar y por supuesto tenía que ser la mejor en todo. Logré que me ascendieran en 1 año y me llené de proyectos y responsabilidades, a medida que mi ego se hacía mas grande más me descuidaba a mi misma y me sentía peor tanto física como emocionalmente.

Inicié un posgrado y los días que tenía libre los llenaba con cursos de algún tipo, yo tenía que ser la mejor. A medida que más me exigía a mi misma mi temperamento cambiaba más, era insoportable, mal humorada y amargada, le exigía a los demás como yo misma me exigía, muchas veces cosas imposibles de hacer, ¡era una máquina imparable! Aún con mis rodillas y tobillos inflamados me ponía mis botas de seguridad, me tomaba 3 ibuprofenos de 500mg y me iba a la línea de producción. Era como si quería gritarle al mundo ¡Miren lo fuerte que soy! Cuando en realidad mi alma gritaba: ¡Auxilio!.

Como consecuencia de mi carácter empecé a tener problemas con todo el mundo hasta el punto que yo misma no lo soportaba y empecé a buscar otros trabajos.

Me llamaron a una entrevista y fue una gran revelación para mi, la persona que me entrevistó en ningún momento me preguntó por mi vida académica, sólo me preguntaba: ¿cómo estas? ¿cómo te sientes? ¿qué se siente tener artritis? ¡Fueron preguntas que me desconcertaron! Nunca me había detenido a pensar en eso, de hecho nunca me había sentido enferma y nunca me había interesado ni siquiera investigar de mi condición, simplemente la tenía como una piedrita en el zapato, mientras más la ignorara mejor para mí. En esa entrevista por primera vez lloré sin poder contenerme, era como si todo el sufrimiento que había escondido por años estuviera saliendo en ese momento, para mi sorpresa la persona que me entrevistó me dijo: TU TE PUEDES CURAR. ¡Eso fue para mi una gran revelación! ¡Nunca se me hubiera ocurrido! Ni siquiera un soplo de esperanza quedaba en mi corazón porque desde que tengo uso de razón se me ha dicho que la artritis NO TIENE CURA.
Bueno, empecé a trabajar en ese lugar y más sorpresas me llegaron, mi “Jefa” me recibió con copias de libros que hablaban de la artritis como una enfermedad emocional, esto era algo totalmente nuevo para mi ya que las emociones siempre estaban guardadas en una caja fuerte con un enorme candado. Me deje llevar por mi intuición y empecé a leer todas cosas que ella me daba, iniciamos una especie de terapia donde poco a poco ella me ayudaba a ser consciente del poder que tenían mis emociones. Luego de unos meses de esta “terapia” ya estaba preparada para ir a La Hacienda La Concepción, pues me habían hablado de ese maravilloso lugar donde hacían sanaciones de todo tipo incluyendo artritis, pero mis pensamientos me impedían creer ese tipo de cosas. Por segunda vez escuche mi instinto y pedí una cita con el doctor Efraín Hoffmann. Cuando llegué a ese sitio era como si la naturaleza me hablara, era un regalo maravilloso el simple hecho de estar allí, se podía respirar paz y amor de todos lados, ¡era simplemente hermoso!

Me llaman al consultorio y me espera un señor detrás del escritorio, era el doctor. Sus palabras fueron pocas, sólo me dijo: ¿por qué estas aquí? Yo le conté que tenía artritis y que no quería seguir con las quimioterapias porque ya me sentía muy mal. El me dijo: aquí TE PODEMOS CURAR, no concibo ningún motivo para que este tratamiento no haga efecto en ti, así como hemos curado a tantas personas tu también te puedes curar. ¡Fue música para mis oídos! Fue como si mi alma saltara de alegría porque se abría una ventana de esperanza para mi. Me recomendó internarme por 21 días donde iba a tener una serie de cuidados y tratamientos naturales, entre ellos un ayuno terapéutico, hidroterapia de colon, psicoterapias y ejercicios.

Busqué todas las formas de conseguir el dinero y me interné el 1ero de Septiembre de 2012. Ese día fue el primer día del resto de mi vida, ese día inicié el maravilloso viaje al centro de mi corazón para empezar a conocerme y descubrir lo que por tantos años mantuve sepultado.

Hoy 9 meses después, puedo decir que mi sanación va en perfecto avance, he logrado eliminar todo tipo de medicinas, ya voy a cumplir 1 año que no me inyecto quimioterapia y me siento de maravilla. En estos momentos estoy realizando un ayuno terapéutico por 40 días donde será el último paso para mi sanación total. En todo este tiempo que he estado interna aquí en La Hacienda La Concepción he podido comprender lo importante que soy yo para mi, sin amor hacia mi misma no hay nada y por eso fue que me enfermé, a medida que pasaba el tiempo esa exigencia tan grande y la autocrítica me alejaba cada día más de mi ser real y auténtico. Es maravilloso lo que se puede llegar a descubrir cuando estás en contacto contigo misma, puedes sentir como tus rodillas te piden que vayas mas despacio, tus tobillos te dicen que no corras, tu corazón te grita que no hay apuro, que levantes la mirada porque hay un mundo de cosas que no vemos por estar con la carrera, tu alma también te grita, ¿cuál es el apuro? ¿Por qué correr tanto? ¿Por qué estudiar tanto? ¿A quién quieres impresionar? ¿Por qué no te das cuenta de lo maravillosa que eres? Con el sólo hecho de sonreir iluminas el mundo, ¡créetelo! En realidad es así, no necesitas HACER para SER una persona maravillosa.

Para todos aquello que comparten esta condición conmigo, les entrego mi historia de vida, ¡yo fui una niña con ganas de correr, jugar y comerme el mundo! Hoy de 26 años puedo decir que estoy viviendo por primera vez, me siento sana y sobretodo completamente feliz y en armonía conmigo misma. Vale la pena detenerse un segundo para contemplar y vivir la vida, deja tu lista enorme de cosas pendientes por hacer y concéntrate en vivir en el AQUÍ Y AHORA, ¿desde cuando no lo haces? ¿Desde cuando no haces eso que tanto te gusta? ¿Desde cuando no disfrutas de una buena película? ¿De una canción? De tocar tu instrumento favorito? ¿De pintar? ¿De bailar? Eso llena el alma y da alegría a tu vida, desde cuando no le das un gran abrazo a tu mamá y le dices: mamá, ¡de verdad te amo! Gracias por darme el don de la existencia. ¡Vale la pena! La vida es hoy, no la dejes pasar.

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